JORDANIA



FRONTERA SIRIA - MA´DABA (200 km.)

Jordania nos recibe con viento, como siempre en la bici: de cara. Además la carretera es un continuo rompepiernas. Para culminar la jornada decidimos visitar el castillo de Ajlún. – ¡Que manía con construir estas fortificaciones en el lugar más elevado !- Las piernas nos explotan, pero las magníficas vistas que ofrece esta atalaya merecen el esfuerzo. Delante de nosotros: el valle del Jordán, el mar de Galilea, incluso se pueden adivinar los Altos del Golán.
Jerash queda a tiro de piedra, por lo que levantamos el campamento y nos tomamos medio día de descanso para visitar sus famosas ruinas. Por la tarde, un interminable descenso nos conduce al valle del Jordán.
Pedaleamos ahora paralelos al río que da nombre al país. La proximidad con Israel y la franja de Cisjordania obliga a detenernos en numerosos controles. Comprando algo para cenar, un gentío se agolpa a nuestro alrededor. Aitor, nuestro relaciones públicas, pronto establece una amistosa conversación con un lugareño. Casualidades del destino, llevan a juntarse a dos trabajadores de la misma empresa en este lugar. Abderramán, un emigrante de origen palestino, tras pasar 35 años en Alemania disfruta de su jubilación a orillas del Jordán. – No se hable más. Os venís a mi casa -. A pesar de contar con más de setenta años, nuestro anfitrión es todo vitalidad. Nos comenta, que andan buscando una hermanita a sumar a su numerosa prole. ¡Aupa Abderramán!


El valle del Jordán muere en el mar Muerto, por lo que para salir de aquí (400 metros bajo el nivel del mar), nos toca sudar un rato. Un durísimo puerto nos eleva hasta Ma´daba. Agotados, decidimos quedarnos un par de noches para descansar.
En nuestro día libre, Aurora y yo pedaleamos hasta los manantiales de aguas termales de Hammamat Ma´in. Según hemos leído, éstos desaguan en el mar Muerto, por lo que acompañando al río unos kilómetros daremos con él. Con los pies recocidos caminamos por el encajonado valle hasta que, lo angosto y escarpado del lugar, nos impide continuar. Unos anclajes nos indican que la única forma de seguir es mediante un rápel. Es una pena, pues casi podemos oler la sal. Con las orejas gachas, volvemos por el mismo camino. Mientras tanto, nuestros compañeros sí que han encontrado una forma más cómoda de llegar al mar Muerto y flotan relajadamente en sus densas aguas.

No hay comentarios: